21 jun 2015

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1er capitulo Mi vigilante de la noche por Lizzie Quintas

hola mis queridos dibujantes, vengo para publicar el primer capitulo de "Mi vigilante de la noche" de Lizzie Quintas.
Podéis leer la continuación en Septiembre cuando se publicara su novela bueno aquí esta el primer capitulo que lo disfrutéis. Os dejo su blog,Seguirla(Aquí),póngame en los comentarios si os ha gustado a mi me ha encantado.


Capitulo uno


Eran las nueve y ya parecía media noche, era lo que tenía el invierno. Había quedado con mis amigas para dar una vuelta como de costumbre. Tenían que venir a buscarme a las ocho y media pero mis amigas no sabían lo que era la puntualidad, un día les enseñé la entrada del diccionario donde definía la palabra puntualidad y aun así nada cambió. A mí no me gustaba hacer esperar a nadie, ¿por qué ellas si?

- Mama, ya me voy.- Le dije antes de salir por la puerta.
- No tardes. - Me gritó ella.

Siempre me decía lo mismo, nunca se cansaba, ya me sabía su repertorio de memoria. “Esta habitación parece una pocilga”, “¿no te da vergüenza tener así la habitación?” O el típico “es que no haces nada en casa, estoy cansada de trabajar y tú no ayudas nada”. vamos que me las sabía todas.
Bajé las escaleras, había veinticinco escalones, a veces cuando me aburría los contaba. Salí por la puerta del portal y una brisa fría me agarró.
Me quedé mirando a todas las personas que se metían en los bares para resguardarse del frío, otras se acomodaban las bufandas alrededor del cuello y la boca y se apretaban contra su acompañante para que se les pasara el frio. Yo en cambio iba con una camiseta de manga corta y una chaqueta muy fina que no tapaba el frio.
Toda la gente pasaba ajena a mis miradas, yo iba a mi destino con pasos lentos pero seguros. Siempre que estaba mal me iba a ese lugar, era hipnótico, el lugar, la tranquilidad, todo era precioso.
Por la carretera que llevaba al cementerio, siempre desierta, las hileras de árboles dejaban que sus hojas las meciera aquella brisa que indicaba que nos acercábamos al mar. Al llegar al cementerio tenía que seguir de frente y encontraba una pequeña cabaña que era del antiguo vigilante del cementerio, pero hacía años que se había ido de allí.
La cabaña tenía un banco que daba al acantilado, siempre me sentaba allí, el sonido de las olas rompiendo contra las rocas era como una sutil invitación a tirarme para jugar con ellas. La brisa jugaba con mi pelo y mi ropa. Ya me sentía parte de aquel lugar, como aquellas aves que tienen su nido entre las rocas lejos del agua, era como si mi alma fuera de aquel lugar y me reclamaba con eses sonidos tan hipnóticos.
Un sonido casi irreconocible hacía que volviera a la cruda realidad, con lo bien que me sentía volando entre las olas. Poco a poco regresé en mí, alertada por el sonido de mí móvil.